Esta maldita crisis sanitaria que sega vidas, vidas sagradas como sólo la vida puede ser, ha paralizado nuestra sociedad. Esto es un hecho y se podría apreciar como una victoria de este agente infeccioso microscópico. Sin embargo yo tengo una visión completamente contraria. No sólo vamos a vencer al repugnante bichito, sino que el universo del género humano en general y el Arte en particular saldrá de esta con los bolsillos repletos de belleza.
Si entendemos nuestra sociedad como un gran organismo multicelular en el que cada uno de sus individuos cumple su función como célula, estamos delante de un funcionamiento defensivo idéntico a la reacción que está sucediendo en este mismo momento en los organismos de aquellos que se han infectado con el aparentemente implacable Covid-19.
Es una cuestión de escalas. La defensa no sólo se está resolviendo dentro de cada persona afectada, no. También en el macromundo inmediatamente superior al microscópico. Observen que me refiero a nuestra defensa, a su propia defensa, sí, cuando hablo de lo que sucede en el interior de cada uno de nuestros semejantes infectados. Esta idea no se debería perder de vista. Es la piedra angular de la reacción que suscita esta crisis sanitaria como colectivo social: Todos somos una unidad.
Es el momento de abandonar los egos. De pensar en los demás antes que en uno mismo. Siempre debería ser así, pero ahora más que nunca. Piénsense como una célula que pertenece a un organismo pluricelular de enormes dimensiones, quizás una célula muscular, ósea o nerviosa, hay cientos de tipos, y la ocupación le proporciona a cada una su finalidad en este colosal cuerpo formado de humanos.
Cuando uno se siente enfermo, el cuerpo lo tumba en la cama. Ahora estamos en esas. Es hora de estar en casa. Reduzcamos las posibilidades de propagación de esta asquerosa infección mundial. No nos paseemos por nuestra querida y añorada calle. Ya habrá tiempo de ello. Miedo me da pensar en el día que superemos esta ciclópea contrariedad, será un auténtico despiporre.
Muchas personas siguen con con sus cometidos laborales desde el confinamiento a través del teletrabajo. Muchas otras no. Pero aunque no se puedan realizar las ocupaciones usuales, tenemos mucha faena por hacer. Es momento de levantar los ánimos, de distraerlos de tanto sentimiento torcido, de colorear estos tristes días grises tan parecidos entre ellos. Las redes están llenas de iniciativas desinteresadas, nutriéndose de la generosidad filantrópica. Se puede hacer mucho por el bienestar de la conciencia colectiva. Mantener la moral alta es vital en cualquier conflicto para alcanzar la victoria.
Por mi parte arrimo el hombro desde lo que yo sé hacer. Consideren este humilde blog como mi granito de arena para aliviar esta contrariedad. Haré lo posible por levantar entusiasmo en el espíritu general. Afortunadamente en Bellas Artes me adiestraron para ello. En estos momentos nuestro mundo necesita especialmente producción artística, algo tan propio del género humano. Necesita titiriteros, aunque algunos piensen que sobramos. Nos necesitamos todos. De esta saldremos y sonriendo. ¡Chúpate esa, corona virus!
Ha llegado el momento de despertar a Puyahumana.
Nota del autor: Reactivar mi blog Puyahumana es algo que me venía rondando la cabeza desde hacía meses. El brete en que nos ha puesto nuestro enemigo Covid-19 ha sido definitivo para meterle mano de una vez por todas. Quiero que comprendan que desde que se instauró La Cuarentena me he estado dando patadas en el culo para poner en órbita esta bitácora con el único fin de entretenerles, de que la disfruten plenamente. Quedarán quizá aún cosas que corregir. Y, siempre, mucho que mejorar.