Por ahí viene alegrando el suelo que pisa. Ahí la tenéis, airosa contra el viento. Doce caballeros la escoltan en su gloria. Los más nobles de las doce casas. ¡Mírala! Saliendo pura de la música, deseada por la luz.
¡Vamos al camino a su encuentro! Quiero tenerla cerca. Es la más hermosa; con su sola presencia florece la verdad de la evidencia escondida. Vamos a su encuentro, no puedo estar lejos. Cuánta belleza transporta. Mira su boca, en esos labios habita la voz que sabe apaciguar demonios arcanos. Los que la escuchan nacen de nuevo regalados a la vida.
¡Mirad! ¡Qué maravilloso espectáculo! Cien tuargos de imponentes alas dibujan en el cielo piruetas de rubí. ¡Cuánta simetría en sus trayectorias! Y en el centro de este celeste caleidoscopio: Ella. El final de nuestras miradas. El corazón de nuestro amor.
El aire que la rodea luce en mil puntos centelleantes como un firmamento en suspensión; son los minúsculos dragones lucernarios de Laerdos, los primeros en conocerla, en acompañarla allá dónde fuera. Su interminable y dispar séquito honra su estela en el camino.
Han venido todos: los despampanantes peces coronados del Mar de Laconsis, los habitantes santones de las grutas de la montaña flotante de Umbrómina, los impredecibles saltadores de las sombras de Timosión y sus inseparables hipocampos esfinge de las rocas seleníticas, los majestuosos azúrtigos transparentes, siempre rivalizando con los traviesos latiguillos de los desiertos de sal del este. Lámbrigos gigantescos, orgullosos taus, gusanos colosos de la Primera Judría, drunos, flotos, hofimíticos… Simplemente todos. Para dar lo mejor. Así la haremos más grande.
Por ahí viene la Vencedora.
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